MUJERES DE UNA NOCHE


Al capitán sin embargo le gustaba buscar mujeres fuera del puerto.

En tabernas oscuras donde el único ruido era el posar de los vasos, siempre encontraba alguna: bebiendo, fumando y hablando sola. Esas eran sus preferidas, alcohol y vicio a partes iguales.


Deseaban tanto que un forastero se fijara en ellas, que ninguna dejo de sonreír mientras sacaba la pluma y garabateaba sobre su piel. Todas reían con ese cosquilleo... Reían como cuando se acercó y les habló al oído, palabras, por supuesto banales, ensayadas para conquistar a cualquier mujer.


Incluso cuando les rajaba el cuello y despellejaba el espacio donde había relatado su encuentro, incluso entonces, la mueca desencajada de sus rostros era una sonrisa.


Mujeres de una noche que recordaría siempre.


Aquellos manuscritos de piel eran su mayor consuelo durante las noches en alta mar. Decenas de mujeres a su alrededor y todas ellas habían muerto felices.








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