CENA PARA DOS

Scott se esmeraba en poner la mesa, hacía mucho que Linda y él no tenían tiempo para ellos. Mientras encendía la última vela, su mujer sacaba el pastel de carne del horno.


Ambos sabían que una cena romántica era el preliminar de una noche de sexo sucio y depravado, y se sentaron a la mesa con esa convicción.


Uno frente al otro, probaron la creación de Linda. Era la primera vez que horneaba un pastel de carne, pero el exquisito aroma anunciaba que sería todo un éxito.


Lo saborearon con pequeños bocados que pronto fueron creciendo en tamaño e intensidad, comían con avidez, llenándose la boca, sin masticar apenas y mirándose apasionadamente. Chorretones de salsa resbalaban por sus bocas, mejillas, barbillas... En lugar de servilletas, usaban sus propias manos. En una ocasión, Linda limpió la barbilla de Scott a lametazos, y después él hizo lo propio con ella…


El viejo cartero, yacía aún descuartizado en el suelo del salón. Sus ojos abiertos parecían contemplar la escena.


-¿Crees que la carne está tan sabrosa y tierna porque era de un pobre vejestorio?


- No lo sé cariño, pero ahora que lo mencionas, mi tía-abuela Bárbara ronda los noventa años, creo que deberíamos visitarla el sábado...

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